Primera estampa mongólica
Como felicitación porque 2013 termina y todavía estamos aquí para vivir su final, les dejo esta estampa mongólica, recuerdo de un tiempo que nunca fue pero que gozamos igual.
A Bromelio le decían Saco’etarro.
Y la verdad, no sé por qué. Por mucho que lo vigilaba, nunca vi que tuviera
tarros guardados en un saco. A veces, cuando el abuelo sacaba los dos taburetes
para la acera, allá por las seis y media, y nos sentábamos a esperar que pasara
el hombre de los helados empujando el carro y sonando las campanitas, yo me entretenía
pensando si uno de esos días vería a Bromelio salir al frente de su casa con el
saco y entonces nos enseñaría la maravilla de tarros que coleccionaba. Los
habría grandes y bolos, chiquitos y puntiagudos, unos bien curvos y otros más
rectos… a fin de cuentas, razonaba yo, por algo le dicen Saco’etarro a un tipo,
no va a ser porque sí y ya. Tanto vigilaba yo a Bromelio que un día me dijo «Oye,
mongólico, ¿no tienes otro lugar para dónde mirar?» Aunque no puedo asegurar si
me lo dijo porque lo estaba mirando a él o a Nereida, su mujer. Ese, cuando
Nereida estaba presente, era el único momento en que yo no podía vigilar bien a
Bromelio. No era que no quisiera, estemos claros, es que era imposible separar
los ojos del fondillo de Nereida, grande y levantado como las lomas de la
Sierra Maestra. Solo que el fondillo de Nereida estaba ahí delante y las lomas
de la Sierra se veían lejísimo y opacas por las brumas. Pero no nos desviemos
del tema. El día que Bromelio entró en la casa de Pablito-rompe-puertas y le
cortó la cabeza con un machete, se formó el acabose en el barrio y yo pude
asomarme cuando la policía registró su casa. Fueron amontonando todas sus cosas
en el patio y, les juro, no había ningún saco de tarros. Esa noche comencé a
pensar que quizás los tenía en otro lugar, vaya usted a ver si Bromelio no los
llevaba encima. Se me ocurrió pensar eso porque a la hora de la sopa papito
dijo «Mira tú, si ese hombre era más manso que un buey». Y mamita contestó «Cuando
yo lo digo, hay mujeres peores que las perras». Y entonces sí que no entendí
nada. Que se supiera, Nereida no le había dado el machete a Bromelio para que
matara a Pablito-rompe-puertas; es más, ni estaba en la casa cuando pasó esa
desgracia que me dejaba sin saber dónde Bromelio escondía el saco de tarros.
Nada, que el mundo es un lugar más bien incomprensible.
Foto: Karenia Guillarón. Tomada en el Museo de Cera de Bayamo.
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