Foto: Ena LaPitu Columbié
Hoy cumplo cincuenta años. Nunca pensé ir tan lejos (¡medio siglo!) pero,
como llegué hasta aquí, me veo obligado a hacer planes y prevenirles, no sea
que mis decisiones puedan afectarles. Allá va eso:
- Decido dar las gracias a quienes me han
querido, no importa si mucho o poco, si de forma interesada o desinteresada, y
hacerles saber que es mi voluntad continuar mortificándoles todo lo que
esté a mi alcance.
- Decido seguir siendo escritor, sentarme
frente al computador con premeditación, alevosía y ensañamiento: no sólo
tendrán que sufrir tres libros nuevos, ya terminados y en vías de
publicación, sino también los proyectos por escribir. Despreocúpense, para
aquellos que la muerte no me diera tiempo, entonces escogeré al peor escritor
disponible y se los dictaré al oído, desde las nieblas del más allá. Esto
es: no esperen salvación.
- Decido mantener mi mala memoria, cultivar
mi arrogancia, ser (si esto fuera posible) aún más roscaizquierda,
disfrutar mi torpeza para las cosas prácticas, reírme de los que creen en
la ropa a la moda y reincidir en el incómodo defecto de pensar lo que me
dé la gana y decirlo cuando me dé la gana. En resumen: no tengo ninguna
intención de ser mejor, sino todo lo contrario.
- Decido ser cubano hasta el último día y no dejarme engañar otra vez: la patria no se entona como un himno ni se ondea como una bandera. Cuba está donde quiera que yo esté o sueñe estar. Adendum: Decido que soy dominicano más allá de cualquier papel o ley, y le disguste a quien le disguste; es más, declaro que nunca me he sentido más cubano que siendo dominicano, y viceversa.
- Decido que discutir es un deporte más
atractivo, apasionante y sorprendente que la pelota y el balompié juntos,
aunque nadie te pague una purruchada de millones por practicarlo ni al
final lleguemos a conclusión alguna.
- Decido que no necesito intermediario para
hablar con Dios, que nuestro mutuo cariño incluye el idioma común y la
posibilidad de no estar de acuerdo.
- Decido no ser incondicional de nada ni de
nadie, desconfiar de los mesías, las razones intransigentes y las verdades
que no conciban su propia negación, recordar siempre que nada será bueno
en el futuro si no puedo disfrutarlo en el presente.
- Decido pelear cada round que me proponga
la muerte. Saber que, si al final no puedo ganarle la pelea, sí está en
mis manos irme con la satisfacción de haber intentado devolverle
cumplidamente cada golpe.
- Decido que el futuro es más interesante
que el pasado y que me asiste todo el derecho de olvidar siempre que tenga
ese deseo.
- Decido dar las gracias a mis enemigos y, por extensión, a todo aquel que ha querido hacerme daño. Ellos han sido mi acicate, el estímulo para seguir, el alimento de mi terquedad.
Pequeño
Vaya década, amigo. Abrazos
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