Creo firmemente que vivir es un itinerario hacia uno mismo, hacia la persona que nacimos para ser. En este blog se habla sobre literatura y se recrean encuentros con personas que me ayudaron a ser el camino que soy y que viven otra existencia aparte aquí conmigo, como talismanes contra el desamparo. Algunas de ellas son conocidas; otras, apenas siluetas tras la cortina de humo del tiempo; las menos, figuras que pueblan la realidad de mi imaginación; todas fundamentales.

viernes, 13 de enero de 2012

Voto por el Mínimo Líder



Todo significado se funda en su opuesto. Del mismo modo que la palabra hogar solo resulta comprensible a la luz del desamparo, en cualquier sociedad la aparición de un Máximo Líder remite a la existencia de su contrapeso inevitable, el Mínimo Líder. Al primero lo hemos padecido en América Latina bajo diferentes nombres y banderas políticas. Pero, ¿quién es y dónde se puede encontrar el Mínimo Líder?
Primero lo conocido. La construcción del Máximo Líder presupone una mixtificación de la historia. Para comenzar, el pasado tiene que ser execrado sin miramientos. La supresión de sus lacras constituye la misión histórica del dirigente excepcional, aunque sea en ese ayer miserable donde este encuentra su raíz legitimadora: un héroe, un suceso, un libro, cualquier cosa que le permita presentarse como continuidad de una pureza milagrosamente sobreviva. El presente es el momento luminoso para el cual fue predestinado el conductor de masas y debe establecer sin la menor duda su carácter imprescindible de gran líder. Sin él no hay futuro, y cuando este llegue (porque la biología no cree en símbolos), será el reino de la añoranza, de la angustiosa lectura para descubrir las señales de su rencarnación.
Cierra así el ciclo mítico, ese en que el tiempo real es sustituido por el tiempo del héroe: no hay pasado, presente ni futuro, solo un infinito estado de adoración. Es por esta cercanía a lo mítico que los sistemas creados en torno a líderes únicos tienen siempre un determinante sabor religioso. No importa si se declara furibundamente atea, la sociedad a su alrededor se estructurará a partir del dogma indiscutible que es la palabra del jefe, atrapada entre conceptos extremos de infierno y paraíso, y operando a través de rituales cristalizados que se avienen mal con la innovación.
Busquemos un ejemplo fuera de la política. Pocas cosas han hecho tanto daño a la sociedad argentina en las últimas décadas como Diego Armando Maradona avanzando en solitario sobre la portería inglesa durante el mundial de México 86. La deificación del astro tras su retiro fue muy traumática, aunque no tanto como la espera de los argentinos por la nueva luminaria que los guíe hasta la gloria. En el otro extremo los españoles, cansados de preguntarse por qué el triunfo se les mostraba esquivo si desde hace mucho organizan la mejor liga de fútbol en el mundo, han armado un equipo de once seres humanos que disfrutan integrándose para conseguir un fin… y sí que lo han conseguido.
Argentino es en la actualidad el mejor jugador de fútbol del mundo, Leonel Messi, quien sin embargo se formó en la filosofía de juego colectivo característica de los españoles. Los argentinos padecen esta paradoja como un castigo intolerable y a estas alturas resulta imposible determinar si sufren por no haber ganado otro mundial o por no tener sobre el terreno a un dios que adorar. En todas partes es igual, el Máximo Líder deja de ser el medio supuestamente apropiado para conseguir un objetivo y se convierte en un fin, en el fin supremo.
Esta es una cultura sin bandera ideológica y que envenena todo el tejido social. El día en que los pueblos de América Latina puedan desterrar por completo ese imaginario masoquista que crea dioses vivos a la sombra de una inferioridad admitida habremos abandonado la edad infantil. Necesitamos buenos líderes, pero sobre todo mínimos. Es decir, que se sientan bien siendo personas comunes, atentos a los procesos de sus respectivas sociedades antes que a su voluntad de predestinados, conscientes de ser servidores en tránsito y no conquistadores celosos de la imagen que les gustaría reflejar en el espejo de la historia. Por escasas, lo heroico hoy son la inteligencia noble y la humildad del Mínimo Líder que quizás en este mismo momento camina ensimismado junto a usted, confundido entre la multitud a la que pertenece.

Foto: Angélica Fernández

4 comentarios:

  1. Excelente respuesta a muchas preguntas que el hoy nos hace.

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  2. Interesante aveces no crecemos por estar atrapado por el misticismo de una idea, alguien o algo.

    Abrazos por allá

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  3. Muy interesante, de momento se empieza a entender el porqué de la retorcida figura de este quijote caribeño, siempre dispuesto a dar batalla.

    Gracias por invitarme a arrastrar la arremolinada bola de ideas que no sé quien carajo te metió en la cabeza.

    Miguel Rivas

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  4. Gracias, Miguel. Hasta yo me pregunto eso por las madrugadas. Un abrazo.

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