Quería escribir sobre la despenalización de la droga, así que me senté temprano (con la fresca, como se dice) y convoqué las dos razones que con más frecuencia se aducen al hablar de este tema. Para unos, regularizar la venta de estas sustancias, hoy prohibida, dejaría sin sentido el comercio ilegal y el negocio de las mafias que criminalizan gran parte de la vida política y social en nuestros países. Para otros, convertir la droga en un uso admitido terminaría por hacerla más popular, sobre todo entre los jóvenes.
Buscaba aterrizar ambos criterios en la realidad, cuando un escándalo mayúsculo me paralizó. Era un ruido apabullante, en el que resultaba imposible reconocer otra cosa que unos estremecedores registros bajos y una gritería infernal. «Es un desfile proselitista por las elecciones, no te dejes desconcentrar», intenté animarme. Pero, por mucho esfuerzo que hice, no conseguí organizar las ideas mínimas para aclarar siquiera que no todas las drogas son iguales ni hacen el mismo daño.
Asomada al balcón, Karenia me gritaba algo. «Qué», grité yo mismo. Por fin, tras varios esfuerzos, pude entender que en la calle los teloneros del candidato estaban tirando bolones a la muchedumbre de simpatizantes. «La democracia del caramelo, muy curioso», me dije, y quise retornar a la idea de que despenalizar la droga quizás podía despojarla también de ese halo atractivo que da brillo las cosas prohibidas. Pero al mismo tiempo no podía dejar de preguntarme si aquello de tirar bolones a los seguidores no sería una buena metáfora para describir el gobierno que proponía el candidato: Dulce mientras necesitara los votos, duro cuando se encaramara en el poder, difícil de chupar todo el tiempo… empezando por ese ruido inmisericorde que no me dejaba escribir.
Y justo en ese momento, como para castigarme, el ruido hizo algo que un segundo atrás parecía imposible: aumentó. Creció hasta un punto en que pareció hacerse sólido, quizás por la vibración de todos los objetos realmente sólidos a mi alrededor. Imaginé un titular de periódico: Mueren cientos en derrumbes producidos por campaña electoral dominicana. Interesante, tanto como el hecho de que el alcohol es una droga despenalizada, letal y destructiva si su consumo resulta excesivo, pero la facilidad para adquirirlo no ha hecho que la sociedad en pleno haya sucumbido ante el alcoholismo. Y eso a pesar de la abrumadora publicidad en torno a las bebidas alcohólicas, iba a agregar, cuando me percaté de que Karenia intentaba decirme algo desde el balcón… Ah, ya. Está pasando el candidato, por eso el escándalo supremo.
Imaginé a la muchedumbre histérica, ahíta de alcohol pagado con mis impuestos, todos intentando llegar hasta el vehículo del elegido para dejar testimonio visual de su presencia. El intelectual al que le han prometido agregarlo culturalmente en un país ventajoso. El profesional anhelante de asesorar un par de ministerios donde se cobre mucho y se trabaje nada. El primo de un vivo que ha hecho fortuna en las operaciones penumbrosas del gobierno. El otrora izquierdista que todavía se da su vueltita por Cuba de vez en cuando para hablar mal del mismo capitalismo que aquí ordeña sin misericordia. El pobre de los barrios que no entiende bien, pero hoy bebió gratis, posiblemente también coma, y a lo mejor lograba hacerse con uno de los sobrecitos que estaba repartiendo a su paso el candidato. Karenia me miraba otra vez desde el balcón y yo podía leer su mensaje como si ella estuviera escribiendo con la mirada en el espesor del ruido. ¡Ay, el contenido de los sobrecitos! ¿Habrá droga más envilecedora que la corrupción y el abuso de poder?
Cuando echamos las sobras a los cerdos no solo los alimentamos. Esa acción también indica lo que pensamos de ellos: No son para nosotros sino cerdos. ¿Cómo ve a su pueblo un político que pasa tirando bolones y repartiendo dinero en sobres a una muchedumbre cuya presencia ha comprado antes al contado o con promesas? La prohibición no es virtud, del mismo modo que tener elecciones no significa vivir en democracia. Apoyo la despenalización de las drogas porque usarlas o no es una elección personal, que atañe a la ética del individuo y de la familia. Pero voto también por la penalización real de la ambición desmedida, de la manipulación desde el poder, del endiosamiento personal a costa de la miseria ajena.
Ahora solo queda esperar a que pase el ruido y así poder escribir todas estas ideas sobre la despenalización de las drogas. Mientras tanto, hagamos silencio… estamos en elecciones.
Muy buena reflexión. Ciertamente, el alcóhol es una droga y despenaliza. Pero cuántas personas morián más, cuando estaba penalizada y los traficantes se mataban unos a otros, o ahora que los traficantes no se matan por su comercio y las personas que lo consumen mueren en accidentes y se matan unos a otros en la inconciencia de la nota?
ResponderEliminarEn este aspecto propongo, seamos estadísticos y ponderemos con frialdad, cuánta sangre le conviene más perder a la sociedad, penalizado o despenalizado el alcohool. Sí, "en este momento son menos sangrinetas las muertes por su consumo". Pero despenalizada las drogas narcóticas, serán menos sangrientas las sobredocis por un aumento en su consumo?
Ojalá los políticos trabajaran a nivel de la miseria humana y social, pero ellos mismos son como la guadaña de la parca en la antesala se una muerte crónica y anunciada.
C.M.F.B.
Era previsible la mirada y el alarido de Karenina: Quién diablo se concentra con ese apabullante bullicio!. Una espesa niebla nos abruma hace mucho tiempo. Querramos que cosas importantes, como tu señalas, las enfrentemos con determinación!. Ahh, Karenina a vuelto a vociferar...!!!.
ResponderEliminarA pesar de mi origen cabibeño, no he encontrado modo de convivir con el escándalo... ni Karenia tampoco, te lo aseguro.
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