El trapecista
se balancea pendiendo de la punta de sus pies. Quiero decir que se balancea
cabeza abajo, tan recto que su postura no se ajusta a ninguna palabra humana,
salvo quizás por los brazos plegados sobre el pecho. Viste de blanco perfecto:
pantalón, camiseta y zapatillas, todo adecuado al balanceo que brota de una
concentración sin pliegues. Es cosa de sueños, me digo por decir algo, aunque sé
la posibilidad de algún límite que no se deja entender, digamos que una
frontera donde las nociones se evaporan en miedo. Ambos, el trapecista y yo, intuimos
eso. Sabemos que ahora mismo nos jugamos la suerte, y ansiosos ponemos alma y
corazón para sostener el instante. Él, buscando que no se rompa la convicción
del balanceo impecable, su bien definitivo. Yo, buscando evitar que el crudo
sobresalto nos haga caer del trapecio.
Imagen:
Foto tomada de http://www.advancednasalcare.com.mx/index.html
Muy bien, José. Saludos. Jorge
ResponderEliminarexcelente.. si
ResponderEliminarGracias por compartir! Saludos!
ResponderEliminarMaravilloso.
ResponderEliminarMuy bueno, peque, tantas veces hemos estado en ese balanceo, Voera
ResponderEliminarDespués de leerlo comprendo mejor las mil caídas.
ResponderEliminarAh, "sostener el instante" habrá que aprender.
Teresa María
Intenso exordio sobre la precariedad de la perfección. Lo he leído con la sonrisa de Mona Lisa. Un abrazo Pepe
ResponderEliminarSostener el instante, será siempre parte de la pasión, del fervor del escritor. Gracias Pepe.
ResponderEliminarMuy bueno, Peque, gracias.
ResponderEliminarSindo
Gracias por compartirlo, José, muy bueno.
ResponderEliminarXimena
Hola Pequeño!... gracias por compartir tu blog!
ResponderEliminarNos balanceamos sobre el trapecio. Debajo, el abismo.
ResponderEliminarTodos los abismos... De otra forma, ¿valdría la pena?
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