Tercera estampa mongólica
Era fácil saber cuándo papito llegaba con tragos. Traía cara de perro triste y repetía bajito «¡Complicadas que son las mujeres, coño!» Un día se lo comenté a Pepín y él le dio la razón; es más, dijo «Por eso mi héroe secreto no tiene mujer». Verdad, el Llanero Solitario siempre andaba con un indio. Para que vean, Pepín era negro y tenía un héroe secreto blanco; mientras Luisito, que era blanco, había escogido de héroe secreto a un africano que corría descalzo. Abebe Bikila se llamaba.
No me acuerdo quién fue
el primero en tener héroe secreto, pero sí cuándo los muchachos empezaron la
moda. Los mártires de la historia no servían para ganar las discusiones que se
formaban en el portal de Felito después del programa Nocturno. Eran demasiado buenos y estaban muertos. Por eso empezamos
a tener dos héroes, uno que se podía nombrar delante de quien fuera y otro
secreto, con poderes para hacer las mejores trampas. Qué furor. Hoy aparecía Kinka
diciendo que el suyo era Fantomas y mañana venía Alexis con que se había decidido
por Dillinger. Yo fui el último en tenerlo, y si lo busqué, fue para que los
muchachos no siguieran diciendo que mi héroe secreto era el Bobo de la Yuca.
Escogí a Bartolito-pata-tiesa.
Desde niño lo había visto cayéndose de borracho por las calles, pero no supe de
su arma poderosa hasta un domingo en Pompita. Ese día, mientras le daba vueltas
a la vara del macho asao y se empinaba una botella de ron Pinilla, tío Eusebio
contó que Bartolito-pata-tiesa retaba a los bebedores en los bares «Te apuesto
un trago a que yo parto esta gallera dándole con mi caoba». Eso decía, y si el
otro aceptaba, él sacaba el pirulí y ¡pran!, rompía la galleta con un solo
golpe. No cualquier galleta, aclaró tío Eusebio, era una de esas gordas que repartían
antes en los velorios de los guajiros. La noche del día siguiente, en el portal
de Felito, cuando dije que mi héroe secreto resolvía todos los peligros usando su
pirulí, los muchachos aplaudieron. «Coño, mongo, apretaste», repetía Kinka sin
parar de reírse.
Así fueron las cosas
hasta que ocurrió el encuentro frente al Parquecito de las Madres. Yo regresaba
de entregar una tarea de Biología y me llegué para saludar a El Poeta, que
estaba sentado en el banco de siempre. Ni caso me hizo él. Señaló nada más hacia
un negro gordo y dientú que iba por la calle junto con otros dos. Me quedé
tranquilo, esperando que pasaran los hombres, y en eso vi que mi héroe secreto venía
dando tumbos en dirección contraria. Al momento de cruzarse con el negro y los
otros dos, Bartolito-pata-tiesa les bloqueó la acera apoyando la mano izquierda
en la fachada de una casa. Se sacó el pirulí con la mano derecha y preguntó mirando
a los tres hombres «¿Qué te parece, Bola?» Todo el mundo quedó patidifuso, menos
el negro gordo. Ese se acercó a Bartolito-pata-tiesa y examinó con mucha atención
su pirulí. Entonces miró hacia los que estábamos en el parquecito y dijo riéndose
«¡Increíble, una como esa solo la vi en el Congo!»
Después El Poeta no
quiso explicar. Me llevó a la segunda planta de la biblioteca y sacó un lomplei
donde estaba el negro gordo muerto de la risa delante de un piano. No tenía una
voz así linda como la de Luisa María Güel, vaya, pero era divertido hasta
cuando cantaba canciones tristes. Bartolito-pata-tiesa ya no podía ser mi héroe
secreto, él y su arma poderosa habían sido derrotados por un tipo ronco que nada
más se reía.
Pues yo, que fui el
último en escoger héroe secreto, al final tenía tres. Uno para mencionarlo en
la escuela y las actividades de la cuadra. Bartolito-pata-tiesa para competir en
el portal de Felito. Y Bola para mí solo. Ni loco iba a confesar delante de los
muchachos que mi héroe secreto era un negro pájaro al que, para colmo, le decían
Bola de Nieve. ¿Complicado? Bueno, como El Poeta, que no escribía poemas; era espiritista
y montaba el muerto de una señora que hablaba en versos. O como las mujeres que
decía papito cuando llegaba a casa con tragos y cara de perro triste.
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Jajajajaja qué manera de reírme porque dicen que bola de nieve era un maricon que le encantaba Bayamo por la cantidad de bugarrones baratos que ahí vivían conozco varios cuentos del ruso, Víctor reyes y Kiki la guardia felicidades Mongo nunca nadie se atrevió a hablar de eso
ResponderEliminarEsa es una historia que escuché muchísimo. Eran parte del anecdotario oral. Gracias por tu comentario.
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